agosto 17, 2009

El Asesinato de Pablo Alvarado Barrera

Lecumberri 1967 - 1971
Relatos de la vida cotidiana en la cárcel, la coyuntura histórica y la organización de los presos políticos

Por: Hugo David Uriarte Bonilla


CAPÍTULO 24. El Asesinato de Pablo Alvarado Barrera
La historia no prescribe


Para los norteamericanos Viet Nam es una guerra
Para nosotros Viet Nam es nuestra patria

Soldado Vietnamita. 1968.

De acuerdo al Estatuto de Roma, el asesinato del preso político
Pablo Alvarado Barrera, cometido en diciembre de 1971,
puede tipificarse como un asesinato de Lesa Humanidad


Pablo Alvarado Barrera, junto con nosotros corrió muchas aventuras en la militancia política, tanto adentro como antes de llegar a Lecumberri, pero él no salió de la cárcel como nosotros, fue asesinado en diciembre de 1971 bajo la torpe simulación de una fuga. Era un camarada de tez morena, medía 1.83 m. de estatura aproximadamente, y pesaba 89 kilos, a veces más. Cuando nos detuvieron, él y yo, teníamos la misma edad: 22 años. En sus declaraciones dijo ser originario de Aquiles Serdan, Chihuahua; con domicilio en la calle de Alzate no 179, en Santa María la Rivera, en México, DF; casado con Soledad Maldonado, sin religión, maestro normalista de profesión .
Pese a que estuvimos en el mismo grupo, y en la misma cárcel, nunca me dijo donde vivía con su familia; tampoco me habló de su esposa, ni de familiares consanguíneos. En ninguna ocasión le interrogue sobre su familia y él jamás nos contó alguna anécdota de su mamá, tíos, ni de sus hermanos o parientes. Ni antes ni durante nuestro periodo carcelario, que duró casi cinco años. No conocí a su esposa Soledad Maldonado, según sus declaraciones, tampoco a ningún pariente consanguíneo. Cuando estuvimos coordinando grupos y organizando gente como militantes, antes de caer en la cárcel, Pablo Alvarado se bañaba y vestía como podía; nunca le vi adecuada, ni regularmente vestido; tampoco en posesión de cantidades regulares y constantes de dinero en la bolsa.
Durante nuestra estancia en Lecumberri no recibía visitas de familiares y amigos, sin embargo cuando llegaban nuestras familias, o amigos lo hacíamos partícipe en la recepción, ya que pertenecíamos al mismo grupo. No le inquirí sobre su familia, pues él parecía no querer contarnos, pero en ocasiones cuando alguna visita mía le mostraba afecto Pablo correspondía, incluso conmovido hasta las lágrimas. Recuerdo que inició una amistad fuerte con una tía, hermana de mi madre, que me visitaba, posiblemente en la búsqueda de la presencia materna de la que carecía.
Pablo era un militante de tiempo completo, convencido, decidido a todo y con gran capacidad de trabajo, se había iniciado en la lucha por la tierra para los campesinos en su natal Chihuahua, pero no se quedó en esas luchas, evolucionó hasta concepciones socialistas, siempre con una marcada tendencia militarista.


Sobre los antecedentes de lucha, nos contó Alvarado Barrera, que había participado en los preparativos para el asalto al Cuartel Madera, en el poblado del mismo nombre, del Estado de Chihuahua, pero que su grupo, y otros dos grupos más, que eran parte de las fuerzas que dirigía Arturo Gámis, no pudieron llegar oportunamente al ataque. Ese 23 de septiembre de 1965, llovió fuerte en la zona y al inundarse los caminos se atrasaron los trasportes y con ellos el arribo de los combatientes. Cuando por fin llegaron a Madera, solo observaron los cadáveres de sus camaradas y no pudieron hacer nada más que esconderse y morder su impotencia.
Para el asalto al Cuartel Madera, nos contaba Pablo, tenían un equipo de combate raquítico, no contaban siquiera con transporte propio, y se vieron obligados a viajar con las pocas armas que consiguieron, escondidas en sus equipajes, en camiones de pasajeros o en taxis, con el peligro de ser descubiertos y detenidos por cualquier accidente o retén. Esta deficiencia logística causo que los distintos grupos que habían quedado de estar a una determinada hora para el ataque, sufrieran marcada aleatoriedad en las llegadas y los atacantes fueron menos en número.
Pablo Alvarado estaba convencido de que el equipo de Gámis había sido infiltrado por un capitán del Ejército Mexicano de apellido Cárdenas Barajas que los traicionó, nos contaba que las granadas que les había dado este capitán eran de explosión inmediata: cuando les quitaban la espoleta estallaban causándole la muerte a su portador. También nos dijo que las municiones para los rifles tenían un explosivo muy potente, y al percutir las balas, éstas estallaban en las recámaras de sus armas inutilizándolas.
Decía también que había claros indicios de que los soldados dentro del cuartel estaban sobre aviso, debido a que salieron en perfecto orden desde los primeros disparos, y realizaron una acción envolvente para que nadie escapara. Últimamente leí que pensaban encontrar y sorprender a una docena de soldados, aproximadamente un pelotón, pero que había más de 120 de ellos en dicho cuartel cuando se intentó el asalto .
También nos habló de la locomotora que había instalado, hipotéticamente el ejército, cerca del cuartel, y que en el momento de la acción encendió sus faros para iluminar a los rebeldes convirtiéndolos en blancos fáciles. Sobre esto existen versiones encontradas.
Tenía catalogado a Arturo Gámis, el comandante de ese grupo de camaradas, como una persona sincera, recta, convencida de que no había más opción que “tirar al mal gobierno”, lo que nos indicaba que no tenían al socialismo como su opción. Consideraban que una vez abierto el proceso revolucionario vendrían camaradas con mayor visión y podían dirigir el proceso por el cause que escogiera la mayoría.
Basados en los datos que nos proporcionó Pablo Alvarado, así como en otros vertidos por compañeros de Chihuahua que habían participado o estuvieron cerca de la preparación del asalto, realizamos una reflexión, que considerábamos necesaria, a fines de 1967, para tener un perfil del hecho histórico que para nosotros había sido el más importante de la historia reciente del país.
Ese asalto al Cuartel Madera, no obstante su fracaso militar, marcó todos los movimientos armados que se formaron en los 60 y 70, socialistas y no socialistas, para todos fue nuestro paradigma. Nosotros en 1967, dos años después de este hecho de armas, queríamos llamarnos Movimiento 23 de Septiembre, influidos por la experiencia cubana, y centralmente con la realizada por estos camaradas de Chihuahua.
Nos contó Pablo Alvarado que eran conscientes de que no estaban lo suficientemente preparados, política y militarmente para el asalto, a pesar de tener experiencias prácticas aisladas en combate.
En general Pablo Alvarado tenía un carácter alegre y optimista, siempre confiado en toda la gente que se le acercaba, posiblemente debiodo a ello hablaba más de la cuenta; considero que necesitaba la aprobación de todos, no solo del grupo al que pertenecía. Le gustaba jugar, reirse y no tenía esa reserva necesaria en la actividad política clandedstina, actuaba como si fuera un niño, decían los compañeros de MAR (Movimiento Armado Revolucionario) que eras un niño en el cuerpo de un hombre.
En ocasiones se deprimía con ese síndrome de los combatientes que han sentido la muerte cerca, vieron morir a sus camaradas y que al permanecer vivos sienten un remordimiento que no tiene ninguna razón lógica de existir, pero ahí está. Se siente y duele. Quisiera uno que nadie estuviera muerto, como si uno tuviera un poco la culpa de las muertes de los camaradas, y este sentimiento se le agudizaba en ocasiones hasta hacerle no querer estar vivo. Decía que merecía estar muerto, que no tenía derecho a vivir mientras los compañeros que habían participado, tanto en Madera como en otras acciones, habían fallecido.

El asesinato
Según lo que describiré a continuación el asesinato de Pablo Alvarado en Lecumberri lo empezó a fraguar la Federal de Seguridad desde el 18 de septiembre de 1971, cuando presentaron ante la prensa a un grupo de compañeros pertenecientes a los Comandos Armados del Pueblo (CAP), con quienes venía Gladis López Hernández, la segunda esposa de Pablo Alvarado que había conocido en la cárcel. La policía estaba convencida, de acuerdo a los documentos encontrados, de que desde la cárcel Pablo dirigía los asaltos a bancos y comercios, y debido a este convencimiento lo habían convertido en un rehén a su alcance.
Ya había pasado la matanza realizada el 10 de junio de 1971, en la Colonia Santa María del Distrito Federal, y se agudizaba la lucha armada debido a que ni siquiera las reivindicaciones más elementales, como el derecho a las manifestaciones pacíficas eran respetadas, pues reprimían con violencia desproporcionada desde el aparato del gobierno, hasta llegar a las masacres.
En el contexto del país, como una de las muchas respuestas a estas prácticas represivas, se empezaron a organizar, desde la izquierda, secuestros de burgueses y burócratas prominentes; por ejemplo el 28 de septiembre del 71 apareció en los periódicos la noticia del secuestro de Julio Hirschfeld Ahumada, seguido de declaraciones de Echeverría, donde condenaba los hechos. El día 30 de septiembre apareció en todos los diarios que lo habían liberado, y Hirschfeld libre, dijo que su secuestro fue “eminentemente político”, y que no le habían hecho ningún daño.
El 24 de septiembre del 71 la policía política secuestró, fuera de toda norma, a Pablo Alvarado Barrera junto con Florentino Jaimes, dentro de la misma Cárcel de Lecumberri, cuando ambos estaban bajo la custodia de un Juez. Por este motivo protestamos de distintas formas, desde el reclamo por parte de nuestros abogados, así como con el envío de notas que fueron publicadas en algunos diarios: Excélsior , por ejemplo, el día 25 de septiembre de 1971 publicó nuestra denuncia por el secuestro de nuestros camaradas dentro de Lecumberri. Al día siguiente en ese mismo periódico, apareció otra nota, también pequeña con el mismo contenido.
Pablo y Florentino habían sido sacados de la Cárcel de Lecumberri, con la participación directa de Nazar, según testimonio de Florentino Jaimes, para interrogarlos y así complementar las declaraciones que habían obtenido de los compañeros de los Comandos Armados del Pueblo CAP. Cabe mencionar que para la Dirección Federal de Seguridad los interrogatorios siempre se hacían con tortura, en mayor o menor grado, pero siempre procedían con tortura, no con la simple intimidación psicológica. Los interrogatorios los hacían con golpizas que ocasionaban serias lesiones a los interrogados e incluso la muerte misma.
El secuestro de nuestros camaradas está debidamente documentado en el informe denominado “COMANDOS ARMADOS DEL PUEBLO” (Ver Anexo: V) que firma el Capitán Luís de la Barreda Moreno, Director Federal de Seguridad. El documento dice: “El día de hoy, la Dirección General de Policía y Tránsito del D.F., a través del servicio secreto de esa corporación, sacó de la Cárcel de Lecumberri, donde se encontraban bajo proceso, a Pablo Alvarado Barrera y Florentino Jaimes Hernández con el fin de interrogarlos sobre la relación que éstos tienen con grupos activistas revolucionarios organizados en guerrillas urbanas que están operando en el DF…” Señala otras corporaciones policiacas, pero realmente fue la Federal de Seguridad con Nasar entre los que dirigían como consta en los documentos relativos. La policía política estableció con claridad que ellos indebidamente, sacaron de la Cárcel a los compañeros Pablo Alvarado y a Florentino, para interrogarlos.
El ambiente en el país estaba tenso, el diario Excélsior, del 26 de septiembre de 1971, publicó que cinco cuerpos policíacos investigaban los recientes asaltos a bancos. Decía la nota que participaban las policías: “Federal, militar y capitalina”. Aquí no cuidaron las formas en cuanto a la intervención del Ejército Mexicano, pues acababan de capturar a los compañeros del CAP, y no eran muy cuidadosos en el manejo de la participación del ejército en tareas policiacas. Actualmente la participación del ejército en tareas policiacas es clara para todos los ciudadanos, y se hace, como en ese entonces, por encima de nuestra Carta Magna.
El clima de violencia empezaba a recrudecerse en el país y se colaban en los medios algunos indicios, por ejemplo el 15 de septiembre de 1971, también en el periódico Excélsior, Cuenca Díaz, entonces secretario de la Defensa Nacional, después del desfile militar y sin que le preguntara nadie, declaró a los medios: “No hay guerrillas urbanas”. Paradójicamente ese día capturaron a los compañeros del CAP y los estaban torturando. Reza el dicho: Explicación no pedida acusación manifiesta.
En noviembre del mismo 1971, fue secuestrado Jaime Castrejón Diez, por un grupo guerrillero dirigido por Genaro Vázquez Rojas, quienes lo intercambiaron por presos políticos guerrerenses, entre ellos nuestro camarada Florentino Jaimes Hernández. Gracias a este secuestro Florentino Jaimes salió con dirección a la Habana el 28 de noviembre, por vía aérea.
Genaro Vázquez nunca pidió la excarcelación de Pablo Alvarado. Quedaba claro que no había vínculos entre ellos, sin embargo las declaraciones de los policías a los periodistas, y los informes escritos de ellos encontrados en el Archivo General de la Nación (Ver Anexo V), fueron en el sentido de que Pablo estaba vinculado e incluso, trabajaba para Genaro .
Siete días después de la liberación de Florentino por el grupo de Genaro Vázquez Rojas, el sábado cuatro de diciembre de 1971 asesinaron a Pablo Alvarado Barrera con el pretexto de que quería fugarse con otras tres personas que eran presos comunes con sentencias mayores a los 30 años. La noticia apareció hasta el lunes seis de diciembre en los periódicos: Pablo Alvarado había sido asesinado brutalmente dentro de la prisión, con lo que el gobierno realizaba la venganza por el secuestro de Castrejón Díez.
Carlos Borbolla en su artículo del 21 de mayo del 2002 y basado en un documento de los compañeros presos políticos de la Crujía “O” del MAR, donde estaba preso Pablo Alvarado Barrera, dicen que Miguel Nazar Haro les anunció, con cinco días de anticipación la muerte de nuestro camarada Alvarado Barrera.
El domingo cinco de diciembre de 1971 a primera hora, se levantaron las actas sobre la escena del crimen: disposición de los cuerpos con fotografías de la posición en la que dijeron haberlos encontrado, así como las declaraciones de los posibles asesinos y sus cómplices sobre la supuesta fuga. Los trabajos referidos duraron la noche del sábado y todo el domingo.
El cuerpo de Pablo Alvarado aparecía con los de otras tres personas, dos de ellas supuestos cómplices en la fuga, empapados en sangre, retratados con las características de personas que fueron muertas a golpes, balazos y cuchilladas, en un cuarto de 3 por 4 metros, aproximadamente, denominado “Jefatura de Cocina” . Las paredes y pisos de este pequeño cuarto aparecen manchados de sangre. Ver las fotocopias de los cadáveres en el (Anexo VI), donde el cuerpo de Pablo Alvarado, con un suéter de grecas, aparece boca abajo y no se le ve la cara. En este mismo Anexo aparece una fotografía de Pablo Alvarado después de haber sufrido la autopsia de rigor, donde se notan con claridad los golpes brutales que sufrió.
¿Cómo podemos entender que un grupo de presos que se fugaban y dominaban todo el escenario del Comedor del Penal, que medía mucho más de 600m2, se hubieran congregado en un pequeño cuarto de 2 por 3 m2, donde aparecieron sus cadáveres, cuando los supuestos fugados por la misma naturaleza de su presunta acción, como lo establecen las declaraciones del director Arcaute, debían estar controlando todo el escenario? ¡Además, tanto el director de Lecumberri como sus cómplices, declararon que los presos y supuestos fugados estaban armados!
De las declaraciones de los implicados en el asesinato que se muestran en el (Anexo VIII), analicemos las vertidas por el Vigilante Fidel Morales Morales. Dice que los cuerpos de los asesinados estaban en el pasillo, a las 22:45 hrs., no dice que estaban en la “Jefatura de Cocina” como aparecen en las fotografías, y además paradójicamente, sabía los nombres de los cuatro difuntos.
El médico que se encargó del levantamiento de los cadáveres, de nombre Enrique López Astudillo, establece que realizó el documento respectivo a las 0.30 hrs., del día cinco: una diferencia de 1.45 hrs. entre lo que vio el vigilante Fidel Morales y lo que certificó el médico que levantó los cuerpos cuyas fotostáticas aparecen en el Anexo VI. ¿Cómo es posible que el vigilante (Mono) viera y declarara que los cuerpos se encontraban en el pasillo y éstos aparescan en el pequeño cuarto “Jefatura de Cocina”? Es evidente la contradicción.
Nuestra primera confirmación del crimen contra Pablo Alvarado Barrera vino del compañero Miguel Cruz Ruiz, preso político, que estaba en la enfermería del penal, quien nos contó que efectivamente vio el cadáver de Pablo Alvarado, con evidentes signos de haber sido brutalmente torturado. Además de los golpes, había recibido varios balazos en la cabeza y en el tórax, a la altura del corazón. Nos dijo que tenía hematomas en todo el cuerpo, especialmente en el ojo derecho. La golpiza previa al asesinato fue tan brutal, que el médico que levantó los cadáveres, calculó que Pablo tenía 40 años de edad . (Ver Anexo VII)
Las otras tres personas asesinadas junto a nuestro compañero fueron: los hermanos Sigfrido y Medardo Peña Anaya, ambos presos del orden común, con condenas mayores a los 30 años de prisión; y el capitán de Vigilantes, Ricardo Vital Hernández, quien tenía ocho balazos en distintas partes de cuerpo, además 19 puñaladas, como se establece en el parte del médico que aparece en el (Anexo VII). El capitán Vital Hernández fue también masacrado, y las declaraciones de los “testigos” que aparecen en los anexos, solo dicen que uno de los hermanos Peña le dio un cuchillazo en la cabeza. ¿Después de la “cuchillada” en la cabeza, era necesario darle 19 puñaladas más? Y por si fuera poco ¿ocho balazos?
Con el fin de hacer más macabra la escena, a Vital le introdujeron en la cabeza, un cuchillo cebollero, como aparece en las fotocopias de las fotografías. (Ver Anexo: VI) y lo establece el certificado elaborado por el médico que levantó los cadáveres.
La necropsia no se ha encontrado aún en el Archivo General de la Nación, o al menos eso dijeron las personas de la Fiscalía que me dieron los documentos a los que no tuve acceso, pese a que me acredité como investigador en ese acervo era casi imposible tener acceso a documentos que no fueran personales, dentro de ese acervo.
El Capitán Vital, asesinado junto con Pablo Alvarado, simpatizaba con nosotros y se oponía al director del penal. Había empezado a recopilar pruebas de actos de corrupción y narcotráfico realizadas por Arcaute Franco. Unos días antes de su asesinato, el director de la Prisión amenazó de muerte a Vital debido a que éste se inconformó por el cese de uno de sus vigilantes, que según Arcaute había permitido el suicidio de un preso de la Crujía “O”. Para ese entonces, Arcaute Franco llevaba diez presos comunes asesinados en un periodo de tres meses como director de Lecumberri.
El hermano del comandante Vital acusó al Director de la prisión ante la prensa de haber asesinado a su familiar, y dijo que acudiría con el Presidente del la República para que se hiciera justicia. El hermano de Ricardo Vital Hernández no alcanzaba a comprender que se había instrumentado una masacre auspiciada por el Gobierno, y que el jefe del Ejecutivo estaba más involucrado de lo que se imaginaba.
Vital, sin ser militante político había sido parte de las víctimas que requerían las hienas y los buitres para consolidar su poder en el penal. Aprovecharon la venganza contra Pablo Alvarado Barrera, que era inminentemente política, para ejecutar otras gentes que les estorbaban en su negocio de prostitución, drogas y robos en Lecumberri. Los más masacrados fueron Pablo Alvarado y Ricardo Vital, la violencia había sido dirigida contra ellos; para los hermanos Peña Anaya hubo un poco de consideración, si se puede interprear como tal, ya que solo fueron baleados, sus cuerpos no presentaban golpes ni cuchilladas.
El comportamiento que tenía Arcaute como director del penal, los muertos que llevaba en su breve labor, lo hacían ver como un peligroso sujeto capaz de asesinar a cualquiera, claro, siempre y cuando estuviera desarmado.
Carlos Borbolla en un artículo publicado en Excélsior el 21 de mayo de 2002, p.15 A, mencionaba la corrupción durante el periodo de Arcaute Franco, y establecía que Sicilia Falcón, un peligroso narcotraficante, junto con tres de sus cómplices, se fugaron de Lecumberri mediante un túnel de más de 70 metros de largo cavado desde el exterior, con la anuencia de Arcaute y de su subdirector, quienes recibieron más de dos millones de pesos (Técnicamente no hubiera sido posible la construcción de un túnel sin el accionar constante de una bomba hidráulica que sacara el agua que permanentemente se encontraba en el subsuelo, y el ruido que generan este tipo de bombas necesariamente debía ser detectado por los vigilantes). Se dijo que los narcotraficantes hasta tuvieron una cena de despedida con Arcaute Franco y sus principales “colaboradores”.
Esta clase de funcionarios asesinos y corruptos (que hoy en día no sólo abundan sino que se han multiplicado), estaban a cargo de las instituciones de impartición de justicia, pues la incondicionalidad ha sido la carta fuerte para tener acceso y movilidad en la Administración Pública, y se han olvidado de la capacidad, la observancia de las leyes, la preparación, así como la eficacia y la eficiencia.
Las fotocopias que se anexan, presentan los cuerpos de los cuatro asesinados, y contradicen la declaración del preso común Juan López Mejía (el “arrepentido y único sobreviviente), quien declaró haber ultimado a los hermanos Peña Anaya, después de que uno de ellos asestata una puñalada en la cabeza al Capitán Vital, en el momento que éste último entró por la puerta que daba acceso a la cocina del penal.
Cabe mencionar que el acceso a la cocina estaba cuando menos a 20 metros de la llamada “Jefatura de Cocina”, donde les fueron tomadas las fotografías a los cadáveres. Hubiera sido muy difícil que Pablo Alvarado, Ricardo Vital y los hermanos Peña Anaya caminaran hasta la “Jefatura de Cocina” para caer muertos, sobre todo cuando se le encontraron a Vital, además del cuchillo cebollero clavado en la cabeza (Como pueden observar en la fotocopia de la fotografía, en el cadáver de Vital, se encuentra clavado, en su cabeza un cuchillo cebollero clásico, de esos que tenían cacha de madera protegida con alambre enrollado.); cuando menos ocho perforaciones producidas por arma de fuego en partes vitales, y más de 20 heridas producidas por arma punzo cortante en casi la totalidad de su cuerpo.
En sus declaraciones (Ver Anexo VIII), el director de la Cárcel, Francisco Arcaute Franco, afirmó que tenía una pistola escondida en la chamarra, que supuestamente no la encontraron cuando fue registrado por los presuntos fugados. Cabe aclarar que la pistola referida era una escuadra de calibre 38, marca Star española, muy grande y pesada por lo que resultaba sumamente difícil esconderla, sobre todo en una bolsa de chamarra. Cabe aclarar que un militar nunca porta un arma dentro de la bolsa, simplemente por la inseguridad que ello significa, y menos cuando está al mando y en una plaza a él asignada.
En sus declaraciones, el teniente de vigilantes Gerardo Everardo Andrade, que fue uno de los que diji haber conducido a Pablo Alvarado, después de que se negara en tres ocasiones a “fugarse”, afirma que en el camino a la cocina del penal se les unió el Capitán Vital, y que antes de entrar Pablo Alvarado y Ricardo Vital venían sonrientes y bromearon diciendo que iban a la cocina a comer. Pero en cuanto entraron, y cerraron la puerta, escuchó “golpes, voces y balazos”. Más tarde vió a Gil Cárdenas salir con dos pistolas, también dijo haber visto cinco cuerpos, después corrijió y dijo haber visto cuatro.
Si venían sonrriendo Pablo Alvarado y Ricardo Vital antes de que se cerrara la puerta, después escucho las “voces, disparos y balazos” y posteriormente vio los cuerpos, ¿En qué momento le dieron tantas cuchilladas y balazos a Vital? ¿En qué momento torturaron tan brutalmente a nuestro camarada Pablo Alvarado?
También declaro Arcaute que solo le pusieron tela adhesiva en los ojos, por lo que pudo quitársela y disparar contra el grupo de fugados, hasta agotar la carga de su arma. (Ver Anexo VIII) Esta declaración es absurda, pues la lógica más elemental nos dice que ningún preso que quisiera fugarse dejaría a su principal salvoconducto, sin amarrarle cuando menos las manos a la espalda. Y nadie con un poco de práctica en combate, y se suponía que Arcaute, como general del Ejército Mexicano la tenía, puede disparar toda la dotación de municiones de su arma, como aparece en sus declaraciones. Además a esas horas ya no había ningún grupo de fugados, toda vez que habían sido previamente asesinados los dos hermanos Peña Anaya por Juan López Mejía, y el capitán Ricardo Vital por uno de los hermanos peña.
La versión de Juan López Mejía que aparece en el Anexo VIII, establece que ésta persona, después de darle dos balazos a Medardo Peña Anaya en la cabeza, y uno a Sigfrido Peña Anaya, también en la cabeza, debido a que le dio mucho coraje que Medardo Peña le diera una cuchillada al Capitan de vigilantes Ricardo Vital Hernández, le dio esa misma pistola, una 380, al mismísimo Arcaute Franco, quien de inmediato empezó a disparar, junto con Gil Cárdenas, sin precisar de donde había sacado éste último la pistola que utilizaba, con la que también disparó, contra Pablo Alvarado causándole la muerte, no dicen ex profeso que le dispararon, sin embargo de acuerdo a las declaraciones, era el único que aún tenía vida, ya que los otros tres supuestos fugados estaban muertos. ¿Si dos militares profesionales le disparan a un solo hombre, con armas de calibre grueso, para qué y en qué momento lo torturaron? ¿Por qué aparece el cadáver de Pablo Alvarado Barrera con visibles señas de haber sido brutalmente torturado?
Juan López Mejía, como otra de las múltiples tonterías vertidas en sus declaraciones, argumentó que al matar a los hermanos sigfrido y Medardo Peña Anaya evitó que Arcaute y su ayudante Gil Cárdenas, fueran asesinados, toda vez que habían acordado antes de la fuga, que si moría un funcionario tendrían que morir todos. ¿Es posible que en la elaboración de un plan de fuga de prisioneros de alta peligrosidad, con condenas mayores a los 30 años, incluyeran caprichitos?: “Si muere un funcionario tienen que morir todos”. Solamente al grupo de asesinos que cobran quincenalmente en la nómina del gobierno se les puede ocurrir semejante tontería.
En otra declaración aparecida en el (Anexo VIII), se establece que Acaute Franco recogió una pistola calibre 45 que se encontró en el suelo después de que uno de los hermanos Peña Anaya matara a Vital Hernández. Al testigo se le olvido que la pistola se la había dado Juan López Mejía a Arcaute Franco .
El arma o las armas con las que disparó Arcaute, según las distintas declaraciones que por escrito se presentan, fueron: a) la que le entregó Juan Mejía; b) la que sacó de la bolsa de su chamarra y c) la que se encontró en el suelo cuando empezaron los balazos. Ello sin contar que hablan de dos pistolas: una 38 y una 45.
En fin, son tantas las contradicciones encontradas, que dejan ver la falta de coordinación de los asesinos, pero sobre todo la impunidad con que actuaban, ya que sin el menor cuidado en sus declaraciones, dispusieron de la vida de ciudadanos mexicanos a los que formalmente les tocaba cuidar. Paradójicamente a estos asesinos les pagaba el gobierno por cuidar presos.
Por cierto, las declaraciones del director Arcaute fueron realizadas en tercera persona: ... de pronto vio un bulto que se le abalanzaba en forma violenta por lo que hizo varios disparos descargando todo el cargador o sea teniendo como seis cartuchos. (Ver Anexo VIII) ¿Cómo sabía si tenía seis cartuchos? Si en una de las versiones la pistola se la dio Juan Mejía; en la otra, la recogió cuando la dejo caer Vital, solo en la tercera versión, donde dicen que el mismo Arcaute Franco traía una pistola escondida en la chamarra, podía saber cuantas balas útiles tenía en su arma.
Las fotocopias de las fotografías de los cuerpos que aparecen en el Anexo VI hacen evidente, sin decirlo, que los supuestos fugados fueron arrojados en ese minúsculo cuarto después de ser masacrados, ya que tanto el director del penal como la policía política, a primera vista, parecían tener permiso amplio y suficiente para asesinar, cómoda y cobardemente, con todos los recursos que proporciona el aparato del gobierno.
Ya estábamos en plena Guerra Sucia y nos hacían ver que el secuestro de un alto burgués o burócrata, sería vengado con la muerte de uno de nosotros, independientemente de que fuéramos o no del grupo que cometiera el secuestro.
Para seguir con el señalamiento de las contradicciones evidentes de los asesinos, el vigilante Fidel Morales Morales, de 34 años de edad, así como el mismo Arcaute y Juan López Mejía, dijeron haber visto los cadáveres en el pasillo y no en el cuartito de la Jefatura de Cocina, como lo establecen las fotocopias de las fotografías. El vigilante Fidel Morales, no dijo haber visto el cadáver de Vital, cuando según las declaraciones de Juan López Mejía, fue el primero en ser asesinado, y en las fotostáticas aparece Vital Hernández con el cuchillo clavado en la cabeza, junto con el cuerpo de Medardo Peña Anaya recargado en la pared. No es lógico que uno de los vigilantes no hubiera reconocido el cadáver de su jefe, ya que lo conocía mejor que a cualquiera de los presos: además, tanto el uniforme de Mono, como un cuchillo cebollero, muy grande, clavado en la cabeza hacían sobresalir el cadáver de Capitán Vital de entre los demás cuerpos. (Ver Anexo VI)
Uno de los presos que trabajaba en la cocina, de nombre Miguel Morales Pérez, dijo que la acción había empezado como a las 22:00 hrs., que poco después de haber sido encerrado en el baño con los ojos vendados, pudo oír que: “… Juan gritaba ‘No lo mates’, que unos cinco minutos después de esto, se escucharon varias detonaciones; después se oyó nuevamente que entraron personas, que supone eran los celadores, porque ya el Teniente Coronel (se refiere a Gil Cárdenas) le gritaba al General no fuera a abrir la puerta del baño, pero unos cinco minutos después escuchó que el General ordenaba que sacaran al dicente y al otro trabajador del baño donde estaban encerrados. Esta versión contradice a las de Arcaute y la de Juan López Mejía el “Sobreviviente” quienes afirman que la entrada al comedor del capitán Vital y de Pablo Alvarado fue el inicio inmediato de los disparos y el cuchillazo en la cabeza a Ricardo Vital.
Juan López Mejía en sus declaraciones afirma que Medardo Peña Anaya, le dio un cuchillazo a Vital en la cabeza. Acto seguido López Mejía inmediatamente disparó en dos ocasiones contra la cabeza de Medardo, e hizo otro disparó en la cabeza de Sigfrido Peña Anaya. Redundando: no pasaron cinco minutos después de que Juan López Mejía gritó: “NO LO MATES” Juan López Mejía declaró haber disparado inmediatamente, sin establecer que gritó. Su reacción asesina contra sus compañeros fue inmediata.
Arcaute Franco, en sus declaraciones contradice al preso común, Miguel Morales, que trabajaba de la cocina, ya que dice que los encontró en el baño. “…amordazados, vendados y atados de manos por atrás, a los trabajadores: Gustavo Anaya y Miguel Morales Pérez, jefe de cocina y ayudante, respectivamente…”. Mientras estos trabajadores presos comunes, declararon que solo les habían tapado los ojos con tela adhesiva. Cabe mencionar que Gustavo Valencia Anaya, jefe de la cocina estaba acusado de parricidio.
Juan López Mejía afirmó en sus declaraciones que Ricardo Vital entró violentamente por la puerta principal que da al oriente del comedor, mientra Arcaute y Gil Cárdenas estaban sentados en torno a la mesa donde cenaban. Por el contrario, las declaraqciones de Arcaute establecen que fue introducido, junto con Gil Cárdenas a un cuarto de la cocina con una cinta adhesiva sobre los ojos y sobre una cama, es decir, que no se encontraban en la mesa donde cenaban cuando dicen iniciaron los balazos.
El subteniente Roberto Armendariz Santillán, dice que lo metieron, vendado de los ojos a un cuarto donde al parecer estaba también el director Arcaute Franco. ¿A quién se le podría ocurrir, estimado lector(a), meter a tres gentes secuestradas, dos de ellas que serían su pasaporte a la libertad, en un cuarto sin atarles cuando menos las manos atrás? Los oligofrénicos dicen que los supuestos fugados eran oligofrénicos
Este mismo subteniente Roberto Armendariz Santillán afirma haber visto los cuerpos de los asesinados en el antecomedor y no en el pasillo ni tampoco en el pequeño cuarto donde aparecen retratados.
Las declaraciones de los cómplices se contradicen en casi todo, especialmente en las distintas posiciones y espacios donde se encontraban los cuerpos después de haber sido asesinados.
Con el asesinato de nuestro camarada Pablo Alvarado Barrera, el gobierno de México retomaba el procedimiento de tratar de frenar los problemas políticos con venganzas sangrientas, con terror, sin análisis del contexto y de las causas que conforman dichos problemas; con poco tacto político y sin ningún respeto para los ciudadanos mexicanos. Esta práctica era común en el siglo pasado por los nazis cuando estaban desesperados por no poder controlar los territorios ocupados. Actualmente lo utilizan los miembros del crimen organizado, ahora revueltos con policías y militares, conformando pandillas llamadas cárteles, pues estos grupos descabezan a sus víctimas o les rompen los huesos después de haberlas secuestrado y torturado, para posteriormente tirar el cuerpo desfigurado en lugares visibles con su respetivo mensaje.
La política y la práctica instrumentadas por el gobierno para acabar con los problemas en el país, mediante golpes violentos, utilizando a la policía y al ejército, desataron una guerra de golpes y contragolpes que se prolongó durante dos décadas y obstaculizó procesos productivos, políticos, así como distintos proyectos para el desarrollo del país. Empezaron masacrando manifestaciones pacíficas, movimientos sindicales que luchaban amparados en las leyes, continuaron masacrando todo tipo de lucha hasta que, con la fuerza de los movimientos populares se logró vencer la forma de actuar del gobierno y empezamos a observar una cierta evolución en los procesos democráticos. Ahora pueden marchar miles e incluso millones de inconformes sin ser reprimidos, y conste que los pobres son más, muchos más, tanto en números absolutos como en relativos, de los que había en los 60, y las perspectivas de desarrollo del país, con estos gobiernos primero liberales y ahora liberales y mochos, son infinitamente menores a las existentes entonces.
Consecuencias de crear cuerpos represivos
Este periodo negro iniciado después del movimiento del 68, “justificó” el crecimiento de cuerpos represivos, y multiplico exponencialmente el número de personas que los conformaban. Ahora con la “guerra”, personal y ajena a la norma constitucional, que libra el presidente Calderón contra el narcotráfico, acelero el crecimiento numérico de marginales que cobran sin producir riquezas, sin hacer ningún aporte tangible a la sociedad. El problema de incorporar gente para la represión (les dicen cuerpos de seguridad) es que estas personas ya no vuelven a ser productivas en lo que les resta de vida, pues se corrompen y lumpenizan, y cuando son desechados por los mismos aparatos represivos, incapaces de incorporarse a la vida productiva, forman bandas que roban, trafican con drogas, secuestran y asesinan, la mayoría de las veces hermanados con delincuentes comunes y/o coludidos con policías en activo, así como con miembros y ex miem bros del Ejército Mexicano.
Los cuerpos represivos en México han servido para dañar e incluso destruir el tejido social. Los ha creado el gobierno como respuesta a su incapacidad para resolver problemas específicos, pero desde un principio representan una amenaza contra la sociedad e incluso contra sus creadores, recordemos que el mismísimo Fernando Gutiérrez Barrios, principal artífice de la Dirección Federal de Seguridad, fue secuestrado pocos meses antes de su muerte por estos grupos de policías hampones que él mismo formó y/o ayudó a formar.
Reclaman el cuerpo de Pablo Alvarado
Cuando el cadáver de Pablo Alvarado fue reclamado por Amanda Velasco, José Guadalupe López Hernández, Max Benedit López Leiva y Jorge Villamil Rivas, en el SEMEFO se los negaron con el argumento de que solo darían el cuerpo a sus familiares (Ver Anexo IX). No entregaron el cuerpo a los camaradas y amigos, tampoco a los familiares de su esposa Gladis, y ella no podñia solicitar el cadaver personalmente debido a que estaba en la cárcel.
Los jefes de los policías, decían a los medios que nadie reclamaba el cuerpo de Pablo Alvarado, pero recibían reportes de sus subordinados jerárquicos, por escrito, con la información contraria, como se establece en el Anexo IX.
Altos funcionarios visitan Lecumberri
El domingo cinco de diciembre de 1971, los dos procuradores: el del Distrito Federal, que era Sergio García Ramírez, y el de la República, que era Pedro Ojeda Paullada, visitaron físicamente la escena de la masacre “... a la 1.00 de la tarde de día 5” (Ver Anexo X). Ninguno tenía la intención de hacer algo para aclarar los asesinatos, a pesar de las anomalías evidentes en la disposición de los cuerpos, las claras contradicciones en las declaraciones de los cómplices; la cantidad exagerada de balazos y cuchilladas que recibieron los asesinados, aunadas a las evidentes muestras de tortura y bestialidad a los supuestos fugados. Tampoco hicieron caso de las protestas en todos los tonos que se realizaron, nacional e internacionalmente.
Los dos procuradores nos parecieron autistas. Ninguno de los dos realizó el menor esfuerzo para cumplir con sus funciones, pues hacerlo era estar con la Constitución Mexicana y ser congruentes con el deber ser del gobierno mexicano, pero significaba estar en contra del Príncipe, a quien le debían todo lo que eran, sobre todo de lo que pudieran ser. Ninguno de los dos estuvo a la altura de las condiciones históricas determinadas por la estructura jurídica nacional; ninguno de los dos tuvo la hombría, el valor civil, el patriotismo, ni la ética profesional necesaria para cumplir con su deber: agacharon la cabeza y coludidos con el crimen de lesa humanidad, le dieron “carpetazo” al crimen, y con ello continuaron dando impunidad a la Dirección Federal de Seguridad, y al Director de Lecumberri, para que siguieran asesinando y corrompiendo presos, hasta que más tarde este pobre general, vergüenza del Ejército Mexicano, fue obligado a renunciar por el nivel tan elevado de droga, alcohol, prostitución y crímenes en que había metido a Lecumberri desde su llegada.
El hecho de la visita física a Lecumberri de los dos procuradores más importantes del país en ese momento, y en domingo, manifestaba la ingerencia del gobierno en el asesinato y además el compromiso de estos alfiles con la política y la práctica represivas instauradas. Por cualquier asesinato, o supuesta fuga de presos, nunca hubieran ido los dos procuradores, mucho menos a dejar instrucciones. Aquí se trataba de un preso político, y centralmente del espaldarazo a la instrumentación de una política de venganzas con asesinatos contra el movimiento de izquierda.
En la investigación documental encontré que el Director de Gobernación del Departamento Central era Manuel Gurría Ordóñez, quien hizo un recorrido por “…el lugar donde se registraron los incidentes de sangre”, junto con el Lic. Carlos Ulises Acosta Viques, agente del Ministerio Público, Auxiliar Jefe de Oficina de la Agencia Central de Investigaciones de la Procuraduría General de Justicia del Distrito y Territorios Federales. Los dos funcionarios mencionados (Ver ANEXO XVI): “Tomaron nota minuciosa de todos los detalles de interés en relación con las investigaciones que posteriormente se tendrán que efectuar.”
Ambos funcionarios menores, al igual que sus jefes los procuradores, no quisieron encontrar nada para hacer la investigación, pese a las graves contradicciones e irregularidades que saltaban a la vista, incluso ahora, para cualquier persona con más de dos dedos de frente, de acuerdo al simple análisis de las fotocopias de las fotografías, y de la lectura de las declaraciones vertidas por los probables asesinos (Ver Anexo VIII).
Reacciones contra el asesinato
El asesinato de Pablo Alvarado despertó indignación y solidaridad, nacional e internacional. En México se difundieron algunos desplegados en los medios impresos, y se realizaron protestas públicas de organizaciones de trabajadores y de estudiantiles, los días 9, 10, 11 y 12 de diciembre de 1971.
El miedo del régimen fue tal que militarizaron las calles aledañas al exterior de Lecumberri: mandaron 3 oficiales 66 elementos de tropa armados con: 33 FAL, 32 mosquetones (eran los 7.62 mm viejos que se hacían en México durante los años 40 en la Fábrica Nacional de Armas); 4 carabinas (así les llamaron los periodistas a los M – 2 de fabricación gringa); 3 pistolas calibre 45; 3,300 municiones para mosquetón, 2,560 para carabina y 42 municiones calibre 45 para pistola, como aparece en el reporte de Antonio Gutiérrez Gutiérrez. # 269, de la Dirección Federal de Seguridad. También había policías con patrullas, camiones con 100 granaderos y una Panel. Todas estas personas estaban cuidando Lecumberri, además de la vigilancia que normalmente teníamos. (Ver Anexo XII)
Es particularmente necesario comparar los casos de la masacre realizada contra Pablo Alvarado y demás supuestos fugados, en cuanto a la violencia empleada por los aparatos represivos del gobierno, que es muy distinta a la observada en las organizaciones insurgentes, que no golpearon al secuestrado Jaime Castrejón Díez, rector de la Universidad de Guerrero, como se establece por escrito en el reporte del Director Federal de Seguridad, Cáp. De la Barreda (Ver Anexo V-Bis). Castrejón Díez, fue la persona capturada, por el grupo de Genaro Vázquez, que fue intercambiada por los compañeros presos políticos guerrerenses, para que salieron rumbo a Cuba.
En el caso de la policía mexicana aparece evidente la enfermedad mental, la falta de todo principio moral, ético y de respeto a la vida humana, y al dolor de los prisioneros; en el caso de los guerrilleros de izquierda destaca, en los hechos, el trato que recibió un prisionero de acuerdo a lo establecido en los principios y las normas de izquierda. Normas y principios que deben respetarse, ya que diferencian a los revolucionarios y los proyectan como los representantes confiables de la Nueva República Socialista, necesariamente democrática y humanista; los revolucionarios no infunden miedo ni temor, deben infundir confianza, respeto y seguridad.
Finalmente nuestro camarada fue enterrado el día 8 de diciembre de 1971, a las 7:00 hrs, por cuenta del erario para evitar que la gente viera lo obvio de la golpiza previa al asesinato: lo trasladó una camioneta fúnebre que salió del SEMEFO (rara hora para realizar una inhumación), al Panteón San Isidro de Atzcapotzalco, con personal del entonces Departamento del Distrito Federal, y algunos policías, como lo establece el documento del Anexo XI. El cuerpo de Pablo Alvarado Barrera quedó en la Ampliación Norte Número Uno, Línea 1, fosa 5, sepulcro 5. El reporte dice que no asistieron familiares ni amigos a ese servicio tan tempranero. Sin embargo en los diarios se reportó que fue enviado a la fosa común debido a que nadie reclamó su cadáver.
Reflexiones sobre la “fuga”
Considero poco lógico que Pablo Alvarado pudiera haber pensado incorporarse a un plan de fuga con presos comunes, mucho menos con lumpen como los hermanos Peña Anaya y Juan López Mejía, el único “sobreviviente”, debido centralmente a las siguientes razones:
1. Pablo Alvarado estaba incomunicado en la crujía “O” desde el mes de septiembre de 1971, tres meses antes de que lo asesinaran. No era posible siquiera planear una fuga con presos de otras crujías cuando estaba apandado en una crujía de alta seguridad, que le impedía el contacto con los supuestos aspirantes a fugarse. (Según consta en los testimonios de los vigilantes y de los empleados de la cocina, que establecen a Pablo Alvarado como internado en la Crujía “O”)
2. Pablo había sido sentenciado a 8 años 10 meses, y estaba detenido desde 1967, para finales de 1971 tenía muy próxima su libertad ya que el ordenamiento legal establecía que podía lograr la libertad preparatoria una vez que se hubieran cumplido las tres quintas partes de la condena. Pablo Alvarado en unos meses estaba en su derecho para solicitar su libertad de acuerdo a la ley. Mientras que los otros supuestos prófugos, tenían condenas mayores a los 30 años, ya que se les acusaba de asesinatos y robos, en asociación delictiva (ver página 4 de la declaración del testigo Gustavo Valencia Anaya en el Anexo VIII).
3. En la cárcel la similitud de las sentencias hermana o iguala, Pablo no tenía el quantum de sentencia que los otros supuestos prófugos, hecho que por sí mismo lo hacía diferente con respecto a ellos. Los planes y los proyectos se hacen con pares, tanto en la cárcel como fuera de ella.
4. Otro elemento determinante para no emprender la fuga era el político, para nosotros el más importante.
5. Los presos de antes del 68 habíamos rechazado el exilio a cambio de la libertad, y Pablo también había rechazado el ofrecimiento cuando muchos compañeros del 68 aceptaron irse a Chile, cambiando cárcel por exilio.
6. Las personas con quien supuestamente había planeado la fuga, los hermanos Sigfrido y Medardo Peña Anaya, así como Juan López eran lacayos con canonjías de la dirección del penal, pues trabajaban en la cocina y habitaban las crujías “H” y “C”, ambas eran crujías para los soplones, lacayos, policías o para los muy ricos que podían pagar rentas elevadas por una celda; y los supuestos cómplices de Pablo, hasta donde todo mundo sabía, no eran ricos. Los tres habían participado en un asalto a una camioneta de la Tesorería, donde habían matado a los custodios, y además tenían otros delitos.
7. En Lecumberri había una norma impuesta por las direcciones del penal, que impedía a los presos catalogados como peligrosos fueran comisionados. Los tres presos: Los dos hermanos Peña Anaya y Juan López, eran considerados Peligrosos, pues tenían sentencias de 30 y más años cada uno (ver Anexo VIII, declaraciones del jefe de cocina y de su ayudante). De donde podemos desprender que las comisiones que disfrutaban estos tres presos comunes fueron obtenidas al margen de la norma. Las comisiones las habían obtenido al convertirse en soplones o peones que trabajaban y obedecían incondicionalmente al director o a su pandilla.
8. En las declaraciones del vigilante Teniente Gonzalo Everardo Andrade (Ver Anexo VIII), y en las del mismo director Arcaute, se dice que Pablo puso resistencia para ir a la cocina la noche de la supuesta fuga. ¿Cómo se puede explicar que una persona que supuestamente tenía planeada su fuga, se resistiera a salir de su celda?

Otro de los misterios es que no existió ninguna explicación sobre la presencia de los hermanos Peña Anaya en la cocina a una hora no propia para que los presos transitaran por la cárcel, sobre todo siendo presos peligrosos con más de 30 años de sentencia cada uno. La estancia en la cocina de Juan López Mejía esta establecida en sus declaraciones, donde argumenta que le prestaron un cuarto en esa area debido a que pintó su celda, de la Crujía H, llamada de distinción, donde estaba asiganado, y no podía dormir en ella. El reglamento interno establecía que todos los presos fueran apandados en sus celdas al dar las 20:00 horas. ¿Por qué estos hermanos pudieron salir? ¿Quién los sacó? ¿Por qué y cómo fueron sacados? Solamente aparece en las declaraciones de los “testigos” la manera en que fue sacado Pablo Alvarado.
Arcaute Franco nos había amenazado varias veces y de distintas formas a la mayoría de los presos políticos. En una ocasión nos dijo que éramos sus enemigos debido a que queríamos tirar al régimen; que eso deberíamos pagarlo con la vida. Nos dijo que con gusto nos fusilaría: “Los ajusticiaría, cuidándome de que estén fuera de sus celdas para alegar intento de fuga”. Esto lo dijo frente a un funcionario de la Dirección General de Gobernación del Distrito Federal, una persona de apellido Zendejas.
En un acto personal, con la pretensión subjetiva de hacerlo valer como acto de gobierno, Arcaute, la Federal de Seguridad, los procuradores que callaron, y los demás integrantes de los aparatos de “justicia” del gobierno, fuera de toda norma, cometieron un acto nulo de Estado, debido a que dicho acto fue antagónico a las exigencias que imponía el deber ser de la estructura constitucional, estructura que ellos habían jurado respetar y hacer respetar, además cobraban por ello.
Si realizamos una comparación de las diferencias más importantes entre el capitán de vigilantes Ricardo Vital Hernández, y las del director Arcaute, ambos funcionarios de la Cárcel de Lecumberri en esa coyuntura, el primero se oponía al tráfico de drogas que propiciaban y hacían, tanto el mismísimo Arcaute Franco como su segundo Gil Cárdenas. El capitán Vital no era un corrupto, ni un enemigo fácil, empezaba a enterarse de la posibilidad real de formar un sindicato. Un sindicato de monos, imagínense… pero vivíamos una situación donde lo legal, en la balanza de la historia, pesaba menos que dos moscas muertas.
El director Arcaute le tomó un odio patológico al capitán Vital, y cuando pudo lo asesinó, ordenó le dieran más de 18 puñaladas, además 8 balazos, o el mismo Arcaute se los propinó, toda vez que se enfrentaba con su enemigo… Eso sí desarmado y seguramente maniatado.
Este conjunto de funcionarios que no podían siquiera realizar declaraciones coherentes, eran los responsables de manejar los aparatos de seguridad del gobierno. En los hechos eran sólo asesinos oligofrénicos y sin principios. Su lugar, en estricto sentido, estaba con los presos comunes en el pabellón de psiquiatría de la misma cárcel, o en cualquier otro establecimiento para enfermos mentales crónicos y peligrosos.
Después de ver las fotostáticas de los cadáveres y de leer el reporte del médico que levantó los cuerpos, se preguntará el lector: ¿Para qué tantos golpes y tanta sangre embarrada en las paredes y pisos? ¿Para qué tantas puñaladas y tantos balazos en partes vitales? Con uno o dos de esos golpes pudieron haber muerto. Además para hacer más terrorífica la escena, al capitán de vigilantes Ricardo Vital Hernández, le dejaron clavado en la cabeza el cuchillo cebollero (como aparece en el Anexo VI), con el que dijo Juan López Mejía (a) “El Sobreviviente”, de un solo golpe lo había ultimado Medardo Peña Anaya.
El único involucrado que quedó con vida en la supuesta fuga, fue Juan López Mejía, quien declaró haber matado a los dos hermanos Sigfrido y Medardo Peña Anaya, con certeros disparos de un arma 380, misma que le había dado su compadre, uno de los mismísimos hermanos Peña. ¿Para qué les dispararon más? Los dos balazos que dice haber disparado Juan López Mejía a Medardo Peña Anaya, en la cabeza, le causaron la muerte; ¿para qué le dieron cuatro más?, todos ellos en la cabeza y en el tórax. Por lo que se refiere al otro hermano, Sigfrido Peña Anaya, Juan López Mejía declaró que le había dado un balazo en la cabeza, ¿entonces por qué, según el parte del médico que levantó los cuerpos, el cadáver tenía tres balazos?
Repasemos, Juan López Mejía en sus declaraciones dijo que mató a los dos hermanos Peña Anaya debido a que Medardo le dio una puñalada en la parte baja de la oreja al Capitán Vital, quien había entrado “violentamente” y había realizado un disparo.
Cuando tenían controlados al director y al subdirector, dice Juan López Mejía en su declaración, el comandante Vital Hernández entró violentamente y disparó un balazo, “…que en forma inmediata Medardo que se encontraba atrás de la puerta de la entrada del comedor, con un cuchillo cebollero le dio una puñalada atrás de la oreja derecha al comandante Ricardo Vital Hernández, situación que en verdad le dio coraje al deponente, razón por la que, como ha referido con la pistola que empuñaba el de la voz que es de calibre trescientos ochenta, en forma inmediata empezó a disparar dicha pistola dándole dos balazos a Medardo Peña Anaya en la cabeza y uno a Sigfrido Peña Anaya también en la cabeza…” Juan López Mejía dice haberse molestado por la forma violenta, a la que calificó: “…sin causa de la agresión por parte de Medardo para con el Comandante Vital, con la seguridad de que sus disparos hacían un blanco perfecto y les causarían la muerte” a los dos hermanos Peña Anaya, acto seguido entregó la pistola que portaba al General Francisco Arcaute Franco, quién en ese preciso momento empezó a disparar contra los “amotinados”. ¿Cuáles si todos estaban muertos?
¿Por qué si los cuerpos de los dos hermanos Peña Anaya y el del capitan Vital Hernández quedaron tirados en la puerta de entrada del comedor, según declaraciones de Juan López Mejía, aparecieron en la Jefatura de Cocina, en el pequeño cuarto donde fueron retratados los cadáveres? Cuando este pequeño cuarto estaba a más de 20 metros de la entrada. ¿Por qué tanto balazo y cuchilladas en partes vitales? ¿Para qué el traslado de los cuerpos al pequeño espacio de la Jefatura de Cocina?
Dice Juan López (a) “el sobreviviente”, haberle dado la pistola al director Arcaute, pero éste lo contradice al afirmar que tenía la pistola en el bolsillo de su abrigo, con la que disparó contra los reos. Esta declaración aparece como falsa, ya que a esas alturas no había “reos fugados”, solo había uno vivo: Pablo Alvarado. Los hermanos Peña Anaya los había matado Juan López.
La reacción del único “fugado” que “sobrevivió”, suena especialmente absurda, imaginemos a un grupo de presos peligrosos, de cualquier parte del mundo, que tienen entre 30 y 35 años de condena y quieren fugarse, por lo que están dispuestos a todo y más, y así lo han planeado, son concienentes de que la acción requiere respuestas rápidas y contundentes, pero uno de los “fugados” apuñala a un vigilante que en ese momento ponía en peligro el objetivo estratégico máximo: la fuga, ya que había entrado violentamente, realizó un disparo, y posteriormente fue abatido por un cuchillazo que le propinó Medardo Peña. Entonces el “sobreviviente”: Juan López Mejía se enoja con su compinche por haberle dado un cuchillazo al capitan de vigilantes que era uno de los enemigos a vencer para lograr la salida, y mata a Medardo Peña junto con Sigfrido Peña. Raro verdad.
¿Cómo es posible que uno de los mismísimos aspirantes a fugarse en vez de asimilar la muerte de un enemigo, como parte de las acciones inherentes a la fuga, mate a su compinche y después al hermano de éste? Mata a dos de sus cómplices, sus amigos, no ha cualquier gente. La pregunta más elemental sería: ¿Juan López Mejía era defensor de los monos o estaba con los hermanos Peña Anaya con quienes querían fugarse?
Juan López Mejía, victimario confeso de los hermanos Sigfrido y Medardo Peña Anaya, negó explícitamente haber matado a Pablo Alvarado Barrera, y en la parte última de sus declaraciones, dijo que pedía protección a las autoridades por temor de su vida, ya que muchas gentes tenían interés de matarlo, e hizo formal denuncia de lo que pudiera sucederle. Con toda seguridad los mismos asesinos poco después mataron a este lumpen, ya que después del crimen y antes de marzo de 1972, cuando nosotros salimos libres, nadie daba informes sobre el “sobreviviente” en ninguna de las crujías.
Las heridas registradas en los cuatro cuerpos de los supuestos fugados eran muchas veces superiores a las que hubiera recibido cualquier preso que intentara fugarse en cualquier cárcel del mundo. El médico que levantó los cuerpos (Ver Anexo VII) dio fe de las heridas detectadas en los cadáveres de:
Pablo Alvarado Barrera, Preso político: Contusiones múltiples faciales, gran hematoma del ojo derecho, abarcando ambos párpados. Heridas por arma de fuego, orificio de entrada sobre el ángulo del maxilar inferior derecho, en región temporomaxilar izquierda. En región retroauricular izquierda, en región de la nuca y sobre la línea media. Orificio de entrada en el cuarto espacio intercostal izquierdo a ocho centímetros aproximadamente de la línea media esternal. Orificio de salida en cara posterior del hemitorax Izquierdo.
Ricardo Vital Hernández, Capitán de vigilantes: Heridas por arma de fuego orificios de entrada: en el pómulo derecho, en el epigastrio, en cara anterior y sobre el tercio medio del antebrazo derecho, en cara posterior del tercio medio del antebrazo izquierdo, en cara anterior del tercio medio del muslo derecho, en cara interna de la rodilla derecha y en cara anterior del tercio superior de la pierna derecha. Herida cortante de 5.5 cm de longitud, que interesa piel y tejido celular en la región parietal derecha por encima del pabellón de la oreja. Herida de 2 centímetros que interesa piel y tejido celular en la región zigomática derecha. Herida de 2 centímetros profunda en la región retroarticular derecha. Herida en forma de S, que interesa piel y tejidos adyacentes de aproximadamente 9 centímetros de longitud y localizada en la mejilla derecha. Diez heridas cortantes de distintas longitudes, que interesan piel y tejido celular diseminadas en varias partes del miembro superior derecho. Una herida cortante de aproximadamente dos centímetros de longitud, en la cara anterior del hueco axilar derecho. Tres heridas cortantes en la región escapular izquierda.
Medardo Peña Anaya, Preso común: Heridas por arma de fuego (orificios de entrada), En concha de la oreja derecha, dos orificios en cara lateral derecha del cuello, en región parietal izquierda, (orificios de salida), en cara lateral izquierda del cuello, en región parietal izquierda. (Orificios de entrada), cara anterior de la rodilla izquierda, en cara anterior del tercio superior de la pierna izquierda, en el tercio superior de la cara externa también de la pierna izquierda. Una herida cortante localizada en la úvula de la oreja derecha. Y otra herida cortante que interesa únicamente piel localizada en la cara dorsal de la mano derecha.
Sigfrido Peña Anaya, Preso común: Heridas producidas por arma de fuego (orificios de entrada), sobre el pómulo izquierdo, en la región parietal derecha por encima del pabellón de la oreja derecha, obturando dicho orificio con material metálico (bala) , en cara anterior del cuello, a 3 cm. de la línea media y hacia la derecha, y a 5 cm. por encima del hueco supraesternal. Orificio de salida en la región de la nuca, a 5 cm. de la línea media y hacia la izquierda.
De la simple lectura del Anexo VII podemos desprender que los cadáveres aparecen con heridas de armas blancas y golpes, sin que ninguno de los declarantes dijeran quién o quiénes les había inflingido tales golpes y cuchilladas, solo se declara que se produjeron muertes a causa de TRES balas de pistola y un cuchillazo.
Nuestro camarada Pablo Alvarado Barrera no sufrió heridas de arma blanca, pero si golpes y balazos. Por lo que se refiere al capital Ricardo Vital Hernández, no sufrió golpes, pero si heridas de arma blanca y balazos. En cuanto a los hermanos Sigfrido y Medardo Peña Anaya, ellos únicamente presentaban heridas de arma de fuego, según el parte del médico que levantó los cuerpos. Ninguna de las declaraciones vertidas por los directivos, vigilantes y por los presos comunes que trabajaban en la cocina, coincide con las heridas que presentaban los cuerpos, de acuerdo con el parte médico antes citado.
La lógica elemental hace aparecer las declaraciones de Juan López Mejía, las de Arcaute Franco y Gil Cárdenas, así como aquellas emitidas por el personal de vigilancia y los presos comunes cocineros, como declaraciones ilógicas, separadas de la realidad, falsas y sin ningún sustento.
Busqué en el Archivo General de la Nación el expediente de Juan López Mejía, asesino confeso de los hermanos Peña, entonces con 35 años de edad y con otros tantos de condena, no apareció. No lo tenían aún registrado. ¡¡Que raro verdad!! Haga usted de cuenta, estimado lector, que Juan López Mejía nunca estuvo preso, que nunca existió, pese a que obran en el Archivo sus declaraciones, donde establece estar preso, tener 35 años de vida, otros tantos de sentencia y haber matado a dos presos con quienes pensaba fugarse. Están sus declaraciones, pero no su expediente, y tampoco los expedientes de los hermanos Sigfrido y Medardo Peña Anaya. Tampoco encontré las autopsias que por ley debieron haberse realizado a todos los cuerpos de los involucrados en la supuesta fuga, toda vez que murieron violentamente.
Primeras conclusiones
De acuerdo a lo anterior, podemos plantear la hipótesis primera de que fue un crimen, utilizando toda la fuerza del aparato del gobierno, cometido con premeditación alevosía y ventaja, que lo convierte en un crimen de lesa humanidad, según el Artículo TRES de Naciones Unidas, relativo a Conflictos no Internacionales. Además un crimen que, de acuerdo a los tratados internacionales firmados por México, legalmente no puede prescribir.
Con esta base legal, considero puede exhibirse al ex policía Nazar Haro, como uno de los responsables de estos asesinatos conforme a derecho, y hacer pública la condena de los asesinos que ya murieron: el director y subdirector de Lecumberri. Es de vital importancia exhibir la conducta criminal y patológica de estos delincuentes que fueron la encarnación del gobierno mexicano en la cárcel. No se crea que busquemos venganza, se busca que hechos similares no se repitan en el futuro. Requerimos tener la garantía y la certeza, como sociedad, de que es necesario construir la democracia, para no caer otra vez en actos de la edad de las cavernas. No podemos seguir siendo gobernados por asesinos.
Los presos políticos de las crujías “M” y “N”, así como varios comités de lucha estudiantiles, hicimos análisis que publicaron algunos diarios sobre el crimen contra Pablo Alvarado. Uno sobre su secuestro fechado el 27 septiembre de 1971, y otro relativo a su asesinato el día 7 de diciembre de ese mismo año. Estas dos versiones perfilan el problema en su contexto y nos permiten tener ahora un perfil de lo que vivíamos en ese momento dentro de la cárcel. Ambas declaraciones aportan partes constitutivas de aquella coyuntura. (Ver Anexo XIII)
Entrevista con Florentino Jaimes
Con el objetivo de tener más datos sobre el crimen del camarada Pablo Alvarado, 31 años después, el 5 de julio del 2002, tuve una plática con mi camarada y también ex - preso político Florentino Jaimes quien fuera secuestrado dentro de la cárcel con Pablo Alvarado, me dijo, palabras más palabras menos, lo siguiente:
--- Genaro, mediante mi contacto, me pidió la lista con los nombres de todos los presos políticos, y yo se la envié. Venían todos los nombres de los que estábamos en Lecumberri, excepción de los trotskistas: Gilly, Bruno, Luna, Iriarte. A todos los camaradas puse, estabas tú, Fuentes, Rolf, hasta Víctor Rico que me caía gordo.
Pregunta: ¿Por qué entonces no salió Pablo, y ninguno de nosotros? Solamente salieron contigo algunos guerrerenses, que ni siquiera estaban en Lecumberri. Le pregunté.
--- Porque olvidó Genaro la lista en un campamento, en la sierra, y cuando se requirió para hacer la petición, no se acordaron de los nombres de todos los presos políticos, solo tenían presentes a sus conocidos guerrerenses. De los demás no sabían sus nombres. Me dijo Florentino.
Pregunta: Creo que eso abre un nuevo capítulo, pues Genaro aparecería como un guerrillero local, que solo le preocupaba el Estado de Guerrero. Le dije un poco en tono de reproche. Florentino no me contestó nada.
Pero como estas páginas no tienen la intención de hacer un juicio político sobre Genaro Vázquez Rojas, ni cosa por el estilo, solo haré una reflexión breve. Empezaré con la falta de lógica de lo afirmado por Florentino en cuanto a los nombres de los presos políticos, pues más de cuatro eran muy conocidos, tanto en el país como en el exterior, y no era lógico que un militante de izquierda, como Genaro no conociera a nadie. Pero suponiendo sin conceder, Genaro pudo haber pedido la lista de todos los presos a la misma policía. O pedir que Florentino determinara la salida de 20 o 30 compañeros presos en Lecumberri… Creo era factible y hasta ciento punto lógica la liberación cuando menos de Pablo Alvarado.
Pero una cosa si salta a la vista de forma incuestionable: Pablo no estaba vinculado orgánicamente con el grupo de Genaro Vázquez Rojas. Florentino era del grupo de Genaro, pero Pablo no había sido integrado.
Continúa Florentino Jaimes, sobre el secuestro que sufrieron Pablo Alvarado y él, en el mes de septiembre de 1971, cuando los sacaron de Lecumberri para ser torturados por la Dirección Federal de Seguridad (como se documenta en el Anexo V):--- Encontré a Pablo junto a la puerta de la Crujía y me contó qué un mono le había dicho qué le permitirían ver a Gladis, su esposa, en los juzgados. Pablo lo creyó, y a pesar de la advertencia que ya le habíamos hecho en asamblea para que no saliera de la Crujía, incluso como acuerdo de asamblea, ese día lo vi muy limpiecito, listo para salir, Me dijo que vería a Gladis, ya que ella lo esperaba en los Juzgados, y que un mono pasaría por él para llevarlo con su amada.
Con el fin de protegerlo, o de correr la misma suerte, le dije que iría con él para acompañarlo. En cuanto llegó el Mono, caminamos siguiéndolo con rumbo a los juzgados, pero cuando llegamos a la curva, después de trasponer la Crujía “I”, nos estaba esperando Nazar y sus compinches, quienes después de encañonarnos para podernos amarrar, nos llevaron a un vehículo donde fuimos tirados al piso.
No puedo decirte donde nos llevaron, pues teníamos tapados los ojos, pero las torturas fueron tremendas, me hicieron perder el conocimiento varias veces en los simulacros de asfixia con agua y bolsas de plástico. Cuando nos regresaron a Lecumberri, a pesar de que nos llevaron a la Crujía “O”, y no nos regresaron a la nuestra, la “M”, sentí que volví a nacer. También sentí volver a nacer cuando ustedes me rescataron de la Sala de Defensores y me llevaron a su Crujía en esa expedición punitiva, donde habían roto candados y me rescataron a fuerza, pues estaba amenazado de muerte y mi vida dependía de una orden para ser ejecutado por cualquier chacal.
Florentino me dijo que había visto a Pablo muy decaído después de la captura de Gladis, y con el fin de reanimarlo le mencionó que estaba en contacto con la gente de Guerrero. Le dije que Genaro nos sacaría a todos, pero nunca imaginé que Pablo no soportaría la tortura y dijera que Genaro estaba en contacto conmigo, sobre todo que nos sacaría de la cárcel. Durante las sesiones de tortura yo me retracté y no acepté la versión de Pablo, y así me sostuve hasta que nos dejaron de torturar y nos llevaron a la Crujía “O” . Al parecer estos policías nunca tuvieron la certeza de que nos rescataría Genaro. Me dijo Florentino. (Ver Anexo V)
--- Semanas más tarde, el 28 de noviembre de 1971 llegó Nazar Haro a la Crujía “O” y me dijo: “Ingeniero, ya se va”. No le creí. Le pregunté si me torturarían nuevamente. Me contestó que no, que Genaro Vázquez había pedido mi libertad y me iba a Cuba. En un principio no le creí. Por cierto esa fue la única vez que ese asesino me habló de usted, siempre me hablaba de tu.
De esta entrevista con Florentino y del análisis de los documentos del Archivo General de la Nación, se desprende que la intervención de Nazar Haro durante el asesinato de nuestro camarada Pablo Alvarado, fue “rasurada” de los documentos de la Dirección Federal de Seguridad, pues ni siquiera aparece en ellos, cuando en la realidad, como dice Florentino Jaimes y como sabíamos casi todos nosotros, no fue solo el coordinador de los asesinatos, pudo haber sido incluso el director y ejecutor directo, debido al nivel de desequilibrio mental que padece.
Cuando Florentino salió rumbo a Cuba con los compañeros guerrerenses, les entregaron su boleta de libertad por “desistimiento de la acción penal” y fueron conducidos a la Plataforma Militar del Aeropuerto Internacional de la Cuidad de México. Partieron en un avión de la Fuerza Aérea Mexicana, custodiados por miembros de la Policía Judicial Militar, y llegaron a la Habana el 28 de noviembre de 1971, a las 12.55 hrs., como consta en el documento firmado por el capitán Luís de la Barreda Moreno (Ver Anexo XIV). Este hecho cuya constancia se expone aquí, establece con claridad meridiana, y nuevamente, la intervención del Ejército Mexicano en un asunto de incumbencia exclusiva de la policía.
A manera de colofón de este capítulo, quiero dejar establecido que con las muertes, asesinatos, persecuciones y la zozobra generalizada en el tejido social de México, en el periodo de la llamada Guerra Sucia, se propició una intromisión creciente del gobierno de los Estados Unidos que redujo, aún más, nuestra soberanía.
En ese periodo conocido como Guerra Sucia, los norteamericanos pudieron imponer a sus alfiles: Miguel de la Madrid, Carlos Salinas, Ernesto Zedillo y nos remataron con Fox y Calderón, así como también impusieron otras piezas menores, pero también de importancia para establecer, con ellos, su programa económico que tiene como fin supremo consolidar, aún más, a los monopolios y en donde la abrumadora mayoría de las y los mexicanos tenemos un peso insignificante en las decisiones y en los beneficios: El Neoliberalismo, en los hechos significa el regreso a formas de gobierno feudales o en el mejor de los casos, a formas de gobierno de principios del modo de producción capitalista.


1 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola,

Este artículo es parte de un libro? Si es así, dónde puedo conseguirlo o cómo contacto al autor? Saludos y gracias.
Adela Cedillo